Con toda probabilidad, el estar ocupado en intentar no morirme, era la razón para que yo desconociera la Melancolía Dominical. Que duros fueron todos esos domingos. Bebiendo agua. Sofá. Cama. Baño. Más agua. Cuando quería darme cuenta las horas se me habían pasado. Desvelado y con la mañana arañando mi ventana, me prometía no volver a hacerlo. O por lo menos hacerlo menos. Poco a poco lo fui logrando.
Y entonces aparecieron los mensajes. Siempre me llegaban los sábados.
Si hubiera sabido que esos mensajes me inocularían el síndrome del Domingo Melancólico, ay! si hubiera sabido, no habría entrado por esa puerta, ni siquiera me hubiese asomado por la mirilla. Mensajes extraños, llenos de planes y caritas felices. Mensajes que llevaban implícito otro mensaje, que esbozaban raciones de sexo, que claro, que como no, eran imposibles de rechazar.
Amigos, porque me convertí, en el Chico del Domingo.
Ah! cruel e infausto destino el del Chico del Domingo, cuando confiado de su condición pretende pasar a ser el Chico Semanal. Iluso y cándido. Se suceden las disculpas, los equívocos, las citas que no llegan y finalmente, lo tomas o lo dejas, el Domingo, no hay más turnos, es lo que tenemos, no hay más turnos, te repiten.
A tiempo Parcial y Mal Pagado. Mal curro.
Manal
Una Casa con Diez Pinos
"Mama lo conoció en un grupo que se reunía los domingos en el Hospital Pena. Era un grupo de ayuda Psicológica para poder superar la tristeza de los domingos. No era que mi mamá se pusiera mala los domingos, fue acompañando a la peluquera paraguaya, que los domingos, a eso de las siete, invariablemente, se quería matar. Rolando estaba yendo porque era de un equipo de fútbol que se había ido a la B y por esos sufría los domingos sin partidos. Según mamá fue un flechazo fulminante."
Fabián Casas
Los Lemmings y Otros
(Ha entrado pisando duro este Fabián Casas. Tendremos que agenciarnos más libros de él. Tiene buena pinta. Y sobretodo que no escriba más y se dedique por completo al karate, es algo que me hace pensar que valdrá la pena)