Un paseo por el lado salvaje, es una maravilla.
Dove Linkhorn no es más que un condenado a la desgracia, hijo de la América más profunda, un réprobo. Marginal de nacimiento, solo tiene una meta: largarse de su pueblo, llegar a la Ciudad, triunfar, es decir, ganar dinero. Un ignorante en todo sentido.
"En el sueño, su rostro parecía furtivo
pero inocente, como el de alguien que ya ha sido condenado por un crimen
que todavía no ha podido cometer por no haber crecido lo suficiente.
Cuando creciera para cometerlo, descubriría cuál era el delito."
Nelson Algren (Titán! tendrá más adelante una entrada para el solito) no deja que la sórdidez del mundo en el que se desenvuelve la novela afecta a su prosa. Las situaciones, los personajes (chulos, putas, perdedores, borrachos) contrastan con el constante soplo poético que arropa las páginas (409) que vuelan al ritmo de canciones, las que aparecen en boca de todos los personajes, canciones gospel, canciones tradicionales, letras y versos que animan vidas grises, avocadas al llanto, al golpe de pecho.
"Y
caminó tranquilamente y sin que lo vieran por delante de hombres
hundidos y otros que se hundían: drogotas, negratas, tipos extravagantes
y de miradas retorcidas; jovencitas, reinonas y putas raídas,
Pedigüeños ulcerosos tullidos y cancerosos, vendedores ambulantes de
lápices tuberculosos, borrachos tambaleantes. Gatos viejos y enfermos de
todas partes que maullaban al pasar."
Algren nos muestra el otro lado del Sueño Americano. No es precisamente una pesadilla, es solo un sueño extraño, de indigestión. La noche y el día. Los callejones oscuros y las persianas bajadas. El camino curvo, no el recto. Donde los billetes desaparecen víctimas de los vicios, las amistades que vuelan, los bares, ah! los bares que bien los conoce Algren y que bien los describe,
" Gracias a su aire tan viciado, al pésimo whisky, a las bebidas tan caras y a que resultaba tan difícil llegar al local, todo el mundo iba al Dockery's Dollhouse noche tras noche mientras otros bares se quedaban vacíos.
Todo el mundo, claro, menos los agentes de la ley. A esos tugurios caóticos y torcidos, donde hasta el suelo se inclinaba ligeramente, nunca iba la policía. Cuando se oía el silencio que avisaba de que se avecinaban problemas, el viejo cerraba los postigos hasta que pasaban los problemas".
Entendemos y compartimos la fascinación que a lo largo de los años ha generado esta novela
Take a Walk on the Wild Side