Sucedió que me encontraba junto al tocadisco esterofónico por lo cual deslicé un disco, di bastante potencia a la música y, con una profunda inclinación a Henley, saqué a bailar a la muchacha. Si hay una cosa buena entre las muchas que Suze ha aprendido en sus relaciones con los negros, es la de saber bailar como un ángel y saber gozar del baile; en cuanto a mí, aunque quizá poco refinado, he estudiado sobre los duros suelos de los clubs y palaces y en sesiones privadas de todas las noches, aparte de que, tanto Suze como yo, sabemos de sobra cómo el otro da pasos atrás -y de costado y adelante también-, de modo que al poco rato estábamos trenzando pasos como un par de muelles unidos elásticos invisibles, hasta que alcanzamos el momento más glorioso de una danza, un momento que no se presenta a menudo, sino -hay que reconocerlo- sólo cuando uno empieza a exagerar un poco para exhibirse ante la multitud; es decir, cuando la misma danza comienza a dominarle a uno y uno ya no sabe en qué se ha metido, excepto que no puede poner una pierna en falso en ninguna parte, y todo el cerebro entero, y el sexo y la personalidad de uno se han identificado con el baile, son el mismo baile... ¡algo relamente celestial!
Principiantes
Colin Macinnes
Ed. Anagrama
The Jam haciendo una estupenda versión del celebérrimo Bowie
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