jueves, 7 de octubre de 2010

Truchita, Trucha, Truchon

La levantó, y ella empezó a retorcerse en sus manos.

- Pártele el cuello - le dije.

- Tengo una idea mejor -dijo-. Antes de matarla, déjame que al menos sosiegue su avance hacia la muerte.

Se sacó la botella de oporto del bolsillo, desenroscó el tapón y dejó caer un buen chorro en la boca de la trucha.

A la trucha le entraron espasmos.

Su cuerpo se estremecía rápidamente, como un telescopio durante un terremoto. La boca premanecía abierta y castañeaba como si tuviese dientes humanos.

Colocó la trucha en una piedra blanca, la cabeza colgando, y parte del vino goteó de su boca y manchó la piedra.

La trucha estaba ahora muy quieta.

-Murió feliz -dijo.

-Esta es mi oda a Alcohólicos Anónimos


Richard Brautigan
La pesca de trucha en América

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