Porque era imposible no pensar en un violinista diabólico (bueno, en uno poseído) al ver el movimiento de sus brazos al golpear el balón.
Recuerdo ver llorar a un señor mayor. Yo era pequeño y creía que solo los bebés lloraban (llorábamos).
Porque no eran astronautas pero paseaban entre rascacielos agitando sus sombreros. Vistos desde arriba (Google Maps!) parecían abanicar o protegerse de los besos aéreos que les tiraban.
Afilados los rasgos, dicen que por la presión, por el estrés, otros dicen que es hambre pura y dura.
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