viernes, 6 de noviembre de 2009

El silencio, ese gran amigo

La sala de radiografía de un hospital suele ser un sitio frío y oscuro, a menudo regentado por algún becario pajillero o, peor, un médico residente aficionado al porno hard y a drogarse con medicinas legales que suele trapichear con los yonquis de la zona. Me encontraba en una de esas salas esperando mi turno. Sigueme, dice una mujer a lo que no alcanzo a ver y a duras penas logro seguir. Sientate, pon la mano aquí. Algo nervioso y no sin cierto dolor coloque la mano de la mejor manera que pude. Y ahora de canto, dijo la voz desde detrás de algún cristal. No, estira el dedo. A ver, si no estiras el dedo no sirve para nada. A ve- y aqui sale la voz misteriosa desde detrás de una puerta-, es una becaria, a ver, continúa ella con un tono didáctico y explicativo hasta el insulto, si no estiras la mano, no sirve de nada. Reuniendo valor y queriendo ser educado le dije, Perdona es por eso, por no poder estirar el dedo que estoy aquí. Y el silencio volvío a reinar en la sala de rayos x.

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