“Los libros solo tienen dos olores: el olor a nuevo, que es bueno, y el olor a usado, que es mejor”, Ray Bradbury.
Una noche en el club o aquello que decidimos Ser. O no Ser, que es parecido pero no igual. Una noche en el club habla de pulsiones que esperan tranquilas, latentes, agazapadas. De vidas que fuimos con la misma cara, con menos canas. Una noche en el club, sólo una más, oímos que piensan (si, oímos que piensan, como por telepatía, como en los sueños), oímos que piensan todos aquellos derrotados.
Una noche en el club de Christian Gailly no llega a las ciento cincuenta páginas. Y muchas de sus frases son repetidas (frases drónicas, que sirven de anclaje, ritmo! ritmo!). Un libro breve que es la bomba. Un hombre inclinado sobre un piano (¿o sobre un teclado?). Una puerta que se cierra y pierdes el tren. Un teclado que suena. Una voz (¿un maullido?) que acompaña. Dio con la tecla, pienso (¿el pianista? ¿el escritor?)
Una noche en el club paso a ser mío por tan sólo dos euros. Di con la tecla, claro.
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