- No soy muy partidario de la nostalgia. Soy de carácter frágil y de lágrima resbaladiza. Es mejor no ponerse a pensar en güevonadas así porque eso lo vuelve a uno loco. La vaina es complicada, sobretodo cuando el frío asalta a traición y la plata solo alcanza para comprar pasta y salsa de tomate Orlando. Por eso no me junto con gente de la tierrita. Todo esto y más me decía.
A ritmo de salsa y vallenato y el run-run del algo-va-a-pasar las casi 500 páginas se pasan volando. Un repaso por los últimos años del siglo XX en Colombia. Un repaso que no puede ser más que brutal, despiadado, sin sentido, violento. Violencia sin tregua. La Violencia como eje, como vertebrador de la todo un país. Violencia como motor.
Y sin embargo la gente ríe, se emborracha, la gente baila, se droga, culea. La pasa bueno.
Privilegiada Vista del Madrileño Loft de Duque de Pastrana
Nos acostumbramos a todo.
Perdimos la capacidad de asombro.
Señalamos a las víctimas como culpables. (Dio Papaya, es la frase más que resume la Locura en la que se sumergió el País)
La historia de Colombia es difícil de explicar y más de creer. Es imposible piensa uno. Y sin embargo paso. O incluso algo peor, pero por suerte uno no se entera de todo.
35 Muertos me cogió y ya no pude zafarme.
Como buena pareja de baile me tuvo dando vueltas toda la noche. Gozándola.
- Se levanto, dejandome con la palabra en la boca, y con esa sabrosura violenta que da el aguardiente, le tiró una puñalada. Como si estuviera bailando. Vi como la hoja se doblo y no se le hundió en el pecho. Pero si lo corto. Y la sangre, ya se sabe, escandaliza. Empezaron los gritos y los empujones. Los puñetazos al aire y las amenazas. Al final encerraron a uno en la cocina. Pasaron esos minutos, que convienen en llamar la calma tensa, y llego el Samur.
Lo bueno es que el man tiene plata, oí que decía mi compañero de piso, cuando se llevaban al otro en la ambulancia. Al final arreglan, sentenció el hermano del apuñalado.