miércoles, 19 de diciembre de 2012

Maletas

La respuesta es tan obvia que no te atreves a decirla. En algún lado estará la trampa, piensas. Te rehúsas a creerlo. Lo has visto en cientos de películas. La trampa, los palos afilados al fondo, cubiertos por unas hojas resecas, esperando tranquila a ser alimentada con un incauto más. Sabes la respuesta pero algo te dice que no la digas. Sus ojos esperan mi respuesta.



Tenía ganas de leerlo desde hace tiempo. Todas las críticas son favorables. La portada es atractiva. Jordi Punti el autor y Maletas Perdidas el título. La premisa de partida es ingeniosa, curiosa. Algo tan imposible que puede ser cierto. La lectura lo atrapo, dirá alguno. Se perdió en sus páginas, dirá el otro. Lo que es seguro es que me hizo el viaje corto y menos turbulento. 

Al bajar del avión como no podía ser de otra manera me perdieron la maleta. Detalle sin importancia ya que, esto si era más grave, yo mismo me encontraba perdido. Si no llega a ser por ese wassup salvador que me guió a través de las maletas (maletas en carritos, maletas con ruedas, maletas de asas) que pueblan esa trampa mortal que es cualquier aeropuerto mediterráneo.


Hacía ver que estaba pensando. Haciendo como si tratase de recordar. Llenándome de un aire grave, como había leído que los personajes en mi situación tenían que hacer. Asintiendo con lentitud, reconcentrado. . Amagando con enunciar la respuesta una, dos veces. Es un cocodrilo, dije finalmente. El brillo tricolor de sus ojos (el mismo que vi el Día que Me Perdí en un Aeropuerto) me confirmo que estaba en lo cierto.

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