El caso es que veo el documental. Uno de esos documentales que pretenden rescatar el lado bueno del ser humano, buscar la mierda que brilla en el basurero. Y claro, era difícil encontrar algo rescatable en ese nido de hampones. Encontraron al arquitecto de los jardines del palacio presidencial, algún presentador de la televisión, un montón de niños, los llamados gamines. Y también, destacaba con fuerza inusual, la figura del Michael Jackson Colombiano. Una corrupta y drogada versión del cantante.
El Michael Jackson Colombiano no sé parecía en nada, en absolutamente nada, al Michael Jackson Americano. Eso si, guardaba fidelidad respecto al vestuario, las gafas de sol y el guante. Sus habilidades de baile, desde mi adolescente punto de vista, dejaban mucho que desear. Pero bueno para ser benevolentes, digamos que, el moonwalk lo hacía con decoro. Como un oráculo de Delfos catódico el reportaje actuó y en el vimos al Michael Jackson Americano, el que murió y el que tanto, tantísmo, termino pareciéndose al Michael Jackson Colombiano. Maldita sea.
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