jueves, 15 de junio de 2017

Aaaaanita

Anita Pallenberg se coló entre la multitud para agacharse junto al viejo. Le limpió la sangre de la frente con un pequeño pañuelo perfumado firmemente agarrado en su mano. Metió el pañuelo rojo en su lujoso bolso de piel, volvió subirse a la limusina e hizo una señal al chófer para que siguiera adelante. Esa noche, en su opulenta habitación, Anita sacó el pañuelo del bolso y observó que el rojo escarlata se había secado y se había vuelto amarronado.
Anita utilizaría después ese mismo pañuelo para lanzar una maldición sobre a un joven que la había hecho enfadar. Tiempo despúes, el chico murió.
Fue Kenneth Anger quien habló a Anita del poder de la sangre recogida de un hombre muerto de forma violenta. Ella le había escuchado con entusiasmo, archivando la información en espera de la oportunidad de obtener el más potente de los talismanes

Yo fui el camello de Keith Richards
Tony Sánchez
Editorial Contra

miércoles, 8 de marzo de 2017

Tripulaciones

Y luego están aquellos escritores que te vuelan la cabeza, aquellos que te impiden seguir, aquellos que te hacen volver a leer ese párrafo una y otra y una más y dices que ya esta bien, que tienes que seguir, pero sabes que ya está, que ese párrafo, esa frase te agarro de los huevos y que no hay nada más que hacer, que ya fue, que no, que nada de nada. Y te jode la simpleza con que te derrotan una y otra vez.

"- De pronto me da por decir las cosas como son. No irás a decirme que la cago por decir la verdad. Pues te diré algo. Por decir la verdad no se cagan las cosas.
- Cada vez que te vez en un aprieto, te escondes detrás de la verdad - dijo ella.
- Si, ¿verdad?
- Me he dado cuenta
Max Winekoff había encontrado una silla junto a la mesa del comedor y desde allí, al otro lado de la estancia, dijo:
- En eso Sarah tiene toda la razón, Pete. Yo también me he dado cuenta. Dejas que la verdad se interponga todo el rato en tu camino."

El amante de las cicatrices
Harry Crews


domingo, 5 de febrero de 2017

Masa

Y en 2017
Fue entonces cuando las opiniones se tornaron en verdades y las verdades perdieron las tonalidades y todo ello se hizo público y entonces tocó decir Si o No todo el tiempo: nos vigilaban ¿quiénes? todos nos vigilaban, yo mismo me convertí en un Vigilante.



Y en 1973
"Según ellos, no hay libertad sin privacidad. El regreso del hombre privado, según ellos, es la única forma de destruir el hombre masa. El hombre masa  nos estropeó las libertades. Volvernos hacia dentro nos la devolverá. La soledad revolucionaria. Volverse todos hacia dentro.  Aislarse mental, espiritual y físicamente, más y más, un mundo sin fin. Mantener tu privacidad a base de autodefensa agresiva"

La calle Great Jones
Don DeLillo
Traducción Javier Calvo


miércoles, 1 de febrero de 2017

Ferlin

Las cosas fueron así: Obama estaba en Berlín y había trillones de policías y vallas para impedir el paso. Pero nosotros íbamos caminando despistados, revisando el mapa cada media calle, pisando fuerte, zapateando: hacía un frío digno de los Montes de Kolima y la niebla no nos dejaba ver más allá de cinco o diez metros. Y en esas, medio perdidos, nos vimos cruzando la puerta de Bradenburgo. La puerta vallada y nosotros solos, imperiales, inmensos. La niebla, el ruido de las sirenas, el frío, las columnas. Ni siquiera la Pervitina nos hubiese llevado a un estado de euforia semejante. Todo lo leído estaba allí, en nuestros pasos vacilantes al cruzar por debajo, en la nariz fría que se resiste a respirar con fuerza. No hay sorpresas. La ciudad es nuestra. Y entonces grite, un lobo. Y ella riendo dijo no, es un zorro. Y yo, que ya sabía que era un zorro, dije otra vez, un lobo, un lobo. Y no le hicimos fotos ni nada mientras desaparecía en el bosque y la niebla nos envolvía por completo como queriendo ayudarnos, diciéndonos por donde nos podíamos perder.