Anita Pallenberg se coló entre la multitud para agacharse junto al viejo. Le limpió la sangre de la frente con un pequeño pañuelo perfumado firmemente agarrado en su mano. Metió el pañuelo rojo en su lujoso bolso de piel, volvió subirse a la limusina e hizo una señal al chófer para que siguiera adelante. Esa noche, en su opulenta habitación, Anita sacó el pañuelo del bolso y observó que el rojo escarlata se había secado y se había vuelto amarronado.
Anita utilizaría después ese mismo pañuelo para lanzar una maldición sobre a un joven que la había hecho enfadar. Tiempo despúes, el chico murió.
Fue Kenneth Anger quien habló a Anita del poder de la sangre recogida de un hombre muerto de forma violenta. Ella le había escuchado con entusiasmo, archivando la información en espera de la oportunidad de obtener el más potente de los talismanes
Yo fui el camello de Keith Richards
Tony Sánchez
Editorial Contra
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