Lo primero que había que hacer era correr a cerrar las ventanas de arriba, de las habitaciones, para evitar que se mojarán las cortinas, los velos. Luego ya podíamos hacer lo que quisiéramos. Y siempre queríamos ir al comedor, al comedor pequeño, de paredes y suelo de piedra y lo importante, techo de cristal. Aquello era mágico: el cielo tornaba oscuro ("como un pulmón que flotase en una bañera llena de tinta negra"), el repiqueteo iba creciendo sin ritmo ni orden hasta que nuestras voces quedaban ahogadas. A veces la oscuridad era tal que teníamos que encender las luces. Y en otras el ruido era tal que poníamos la música a todo volumen y a duras penas la oíamos. Aquella lluvia nos volvía locos.
Dura es la lluvia que cae de Don Carpenter es una novela bestial, de castigo y de odio, de gente que esta jodida sin saber porque, de gente que quiera joderse sin saber porque, de billares y borracheras, de romperse el lomo, de romperle el lomo, de la cárcel y del amor, del sistema judicial, del crecimiento humano, de la reflexión y de la acción. Es una novela Magistral de leer una y otra vez, de crecer con Jack, de hacernos sus mismas preguntas, sus mismas lecturas, de querer aconsejarle, de jodernos con él.
Absolutamente Salvaje
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