domingo, 20 de abril de 2014

Americano

Existe un punto, pequeño y difuso, un puntito, en donde ya no se puede mirar atrás. El horizonte ha desaparecido del retrovisor. Las nubes se han movido de sitio. Comprobamos todo aquello que nos contaron sobre la Redondez de la Tierra y lo de No Bañarse dos veces en el Mismo Río* es cierto. Nos hallamos ante una nueva perspectiva en donde la X y la Y tienen unos valores distintos y las ecuaciones aprendidas en la escuela se vacían de sentido. Un nuevo escenario, una nueva tramoya. En definitiva un nuevo Yo, un narrador distinto. 



The Americans ha ido cediendo espacio a la trepidante acción que cualquier serie de espías exige (encuentros debajo del puente, bigotes falsos, sexo interrogador, inyecciones de Polonio, agentes dobles, agentes triples, burocracia mastodóntica, engaños y desengaños) para ubicarse en un terreno mucho más fértil para la trama. Nuestros protagonistas se ven en algo más que disparar y correr, en copiar y matar. Estos espías no son más que burdos peleles zarandeados por el Tío Tom o la Madre Rusia. En su humanidad no son ajenos al deber, al amor, a la familia, a la patria: pulsiones que zarandean a nuestros agentes, a sus matrimonios, a sus amoríos. Y nosotros en primera fila.  

Decimos SI. O mejor Da.

*Bien apunta Monterroso a la posibilidad de un rápido jinete que sea capaz de bañarse exactamente en la misma agua del río. Teoría graciosa pero disparatada según ha demostrado el estudio Desalius sobre el agua y los cauces pantanosos de la memoria (editorial Corpore Sano, Palma 1987) 

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