Probablemente ustedes también conozcan a algunos de esos, ejem, fornidos, resabiados y todavía juveniles cuarentones que insisten en contarle cosas a uno de su "época". Partidos épicos, hazañas inverosímiles, retrasmisiones transoceánicas, encestadores voraces, apellidos impronunciables. Da igual quién cuente las historias, las batallitas, siempre aparecerá, todos dirán Yugolasvia.
Soñé con elefantes de Ivica Djikic nos sitúa en el lejano y extraño reino de Croacia. Donde un pasado reciente muy doloroso ha dado paso a la corrupción y la barbarie. Una extraña mezcla de afán civilizatorio y actualizada Ley del Talión, han llevado a sus habitantes a mirar siempre para otro lado, a no saber. A hacer constantemente cuentas no ya de lo que pueden ganar, si no de aquello que pueden perder. Croacia/Yugoslavia es tan irreal, tan lejana:
"En este país siempre existe un motivo secreto, sucio o bajo para hacer el bien. ¿Por qué este hace esto? Nadie hace nada llevado por motivos generosos o sinceros. Siempre resulta que uno es el primo o el padrino, siempre se trata de fastidiar a alguien, abierta o solapadamente. Siempre resulta que eran compañeros de colegio, o que sus padres iba juntos a bailar, siempre se trata de devolver el favor, las viejas deudas, el dinero, la vanidad, la revancha, la envidia "
La historia se escribe todos los días, es una de esas frases contundentes y siempre ciertas. Pero es aún más lapidaria, cierta y cortante es esta otra, la historia la borran todos los días.
Sin duda la palabra Yugoslavia también aparecerá en mis historias de cuarentón.
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