Una de las muchas cualidades que no poseo y que insisten en atribuirme es la de ser un Habilidoso de la Pelea Callejera. Mi tamaño, un espectáculo en ciertas latitudes tropicales, me granjeo la Fama, sin tener la necesidad arriesgar la recta línea de mi nariz. Afortunadamente.
Y así, fui salvando los días, días largos donde el mundo giraba varias veces, en el Barrio.
Y así, fui salvando los días, días largos donde el mundo giraba varias veces, en el Barrio.
Corrimos hacia el rumor que alertaba de la Pelea, hacia nuestra ración diaria de violencia juvenil. Pero, cuando llegamos, aquello no era justo ni divertido. Alguien propuso buscar a otro contrincante, algo más parejo. Empezaron a llegar, como tiburones alertados por el olor a sangre, más y más Muchachos del Barrio. Sentí las manos en mi espalda, el empujón, y oí la aprobación. Mi falta de edad se compensaba con mi mayor tamaño , razonaban los pequeños aspirantes a hampones investidos de un extraño sentido de la justicia.
Aquello era el final de la Rectitud Nasal. No había salida. Todo el Mundo estaba mirando. Y las piernas me temblaban tanto que supe que no me servirían para correr. No me quedaba otra que decirle adiós a mi narizita. Por lo menos un patada en los huevos se iba a llevar eso lo tenía claro. Y un mordisco. Apreté los puños y lo oí claramente, no no mucha diferencia, lo va a matar. Y otras manos que me sacaron del círculo mientras me decían que tranquilo, que fresco.
De inmediato empecé a jalear a los contrincantes.
Hay momentos en la vida donde la seguridad de que todo será así siempre, hace que el Presente se convierta en una masa sólida, palpable. Todo es Presente. Eso es The Wanderers. Presente y vértigo. Chicas y Música. Amigos. Los Amigos. El Grupo. Hermanos para siempre. Una masa sólida, impenetrable, que nos mantiene a salvo de la Vida que está tan tranquila esperándonos sabiendo que el triunfo final le pertenece a ella. A nosotros, jóvenes en ese entonces, sólo nos salva nuestra ignorancia. Y que cada día es una vida entera.
The Wanderers ha cumplido todas las (altísimas) expectativas que teníamos depositadas en él. Clásico Instantáneo. Richard Price, Jefazo.