miércoles, 31 de octubre de 2012

Estimulos

Larga y Absurda Disertación sobre el poder de la Palabra

Aquello comenzo a complicarse. Mucho.

(Pero antes, esa misma noche)
Tras un agradable paseo (lleno de plazas históricas, calles empedradas y callejones perfumados con ácido úrico) llegamos al restaurante. La comida compensaba la pésima atención. El vino relajaba y conducía la conversación con suavidad. Les contaré una cosa más, fui invitado a cenar.
Vagamos con seguridad, caminando sin otro propósito que la mutua compañía. Terminamos en la orilla. Ya sé que dirán que el runrún de las olas es un toque demasiado novelesco, que el beso con el mar como testigo es ya exagerar, que la luna llena (La Luna! ya llegará el momento que cuente lo de la Luna, tranquilos) no se lo cree nadie. Pero así fue la historia.



(Pido un esfuerzo máximo, una abstracción, un salto en el tiempo de más o menos un año)
Deambulabamos por el puerto de Vigo. Como todos los puertos destila un aire decadente. Las ratas y las prostitutas. Coches al ralentí. Sombras sigilosas que huyen de la luz. Y nosotros, claro!, nosotros que encajábamos perfectamente, que le dabamos el toque, aún más, patibulario. Tres tipos bebiendo tequila a morro. Trastabillandosé y gritando, interrumpiéndose y sosteniendose. Y con un par de posters firmados.

(Otro pequeño salto en el tiempo, pero esta vez de solo de tres horas hacia atrás)
El Recopetín nos dijo vamos al camerino. La Incredulidad. Vamos pues, repitió. Su tono era firme, pero nosotros seguíamos con La Incredulidad. Vamos o qué?, ya algo impaciente. La Incredulidad me dejo preguntar ¿seguro?. Claro, respondio. Vamos pues, dije . (Mucho aplomo y mucha sangre fría mentirnos así, pensé). Espera, voy a comprar un poster para que me lo firmen.
Nos adentramos esquivando técnicos y personal variado. Seguimos pasillo adentro. Avanzando con el cosquilleo de lo ignoto, sintiéndonos unos pequeños conquistadores. A pesar de la amplitud del espacio caminabamos muy pegados. La puerta del camerino ya estaba ahí, al fondo, a unos pocos metros. Nos corto el pasó una mujer.
- ¿quién os ha dejado pasar?
El fracaso parecía el único destino posible. Farfullamos. Nos escudamos. Nada parecía convencerla. Seguramente mi inconsciente (y los 15 euros que había pagado por el poster!) me hicieron decir la frase mágica, aquella clave secreta que nos abrió la cueva, la aseveración con doble negación que sencillamente enloqueció a nuestra carcelera, que la hizo dudar y que nos permitió acceder al Olimpo.

- Nadie no nos dijo que no podíamos pasar
Y las puertas se abrieron con sus músicos y su botella de Tequila de regalo


(Volvamos al Momento Complicado)
La Luna llena iluminaba su rostro, llenándola de una belleza sabia y serena. La luz se concentraba especialmente en la punta de su nariz (una Nariz Afilidísima). Y yo, cuál licántropo, me transforme en una bestia. Mis manos querían abarcar un todo imposible. Mi cuerpo se movía a espasmos. Y ella decidió destruirme, decidió dar por concluida la velada con un croché de izquierda que hubiese querido tener el mismísimo Joe Frazier.
El lector atento sabrá ya que el final de esta historia me sitúa durmiendo en un sofá bajo la maliciosa mirada de un gato. Lejos de lo deseado.
Y dándole vueltas a una frase enigmática y poderosa, con un poder de hipnotizar incalculable 

- Tócame pero no me estimules

Reflexión y Conclusión
Lo que la palabra te da, la palabra te quita. (Si amigos, si)

sábado, 27 de octubre de 2012

La Voz

Estoy desayunando en el Bar. En la televisión se desgañitan unos fulanos. Son los consursantes de un programa que se llama La Voz. Canciones, lágrimas, puñaladas traperas, súbitas declaraciones de amistad sincera, expulsiones y cosas de esas, tan habituales en todos los realities. Ahora, dice una de las jueces, vais a cantar, Without You de Mariah Carey. La puta madre que la parió! digo para mis adentros mientras engullo pan con tomate. Ni parpadea ni le tiembla la voz. a continuación comienza una retahila de sandeces acerca de tonos y colores de voz, de interpretación y tonterías merecedoras de un sillazo en la cabeza.

Without You vaya canción por Dios!

No entraremos a discutir acerca de quién la canta mejor. (Por supuesto nos quedamos con la insuperable maestría de Harry Nilsson). Pero debemos llamar la atención sobre la autoría de la canción ya que no es de la curvilinea y pornochachesca Carey. Esta canción pertence al genio absoluto e imperecedero de Pete Ham cantante y compositor de Badfinger. Si, Rosarillo, no estaría mal que dijeses Badfinger, que hablases un poco de la historia de Badfinger, de la tragedia de Ham, que lo dijeses Badfinger (¿es tan dificil?), que algún despistado se sintiese atraido por ese nombre e hiciese una búsqueda en internet ...

Bandfinger vaya grupo por Dios!


(hace tiempo hable de Badfinger. De Badfinger hay que Ser. De Badfinger hay que hablar. Siempre)

domingo, 14 de octubre de 2012

Lavanda

Y así un día, nos damos cuenta de que corremos de la lluvia. Escapamos de mojarnos. Evitamos el regaño materno. Prevenimos caer enfermos o estropear un buen jersey, unos zapatos demasiado nuevos, tal vez.
Corremos ridículamente intentando evitar el agua, con las manos tratando de frenar las gotas (con las manos, con las manos!!!), pegando saltitos, buscando con prisa las llaves para abrir el coche. Hacemos burrr o cosas parecidas con la boca, nos sacudimos el agua y aprovechamos para peinarnos, claro. 


Las llaves en el contacto y las luces que iluminan el parking de la gasolinera. La ves recortada en la oscuridad, pisando todos los charcos. Incluso te parece ver como levanta la cara para recibir más agua, como se recrea y desaparece. No la ves más. Te dan ganas de gritar vamos, de tocar el claxon. Piensas en todas esas películas de terror que has visto. Necesitas que aparezca. 


La puerta que se abre. Buscas sus labios. Su pelo mojado se enreda en tu barba. Y se separa, sonriendo, para ponerte la mano en la nariz. Lavanda. Y vuelve a sonreír con la cara mojada y un poco de agua acumulada en los huecos claviculares mientras anuda el ramo a tu retrovisor. Y no queda más remedio que preguntarme por qué corro cuando llueve.  

martes, 2 de octubre de 2012

Liberación

Digamos que le preocupaba muchísimo que yo lo dijese. Así que cuando yo empezaba, con el ronroneo y la retahíla, una sucesión de palabras, de diptongos, triptongos, sílabas y acentos, ella me decía que no, que no, que me callara. Y yo, enfebrecido e inflamado por el vértigo de sus besos, el tacto de su piel, pensaba que era un juego, que era un no que si, y seguía y seguía...

Jonathan Franzen lleva unos años comprando tierras en Colombia para que los pájaros que migran tengan un lugar seguro. Una reserva. Como Walter el protagonista de la Inmensa Libertad. Un libro muy superior a Las Correcciones. Probablemente el libro más ambicioso y mejor planteado que he leído en bastante tiempo. Jonathan Franzen se ha convertido en un refugio para aquellos que, como los pájaros que tanto ama, buscan un refugio, un oasis de Libertad. 


Franzen busca la recuperación de la palabra Libertad. La recuperación de su contenido. El devolverla a su acepción original, arrebatarla de aquellos que vaciándola de contenido la han utilizado para llevar las mayores tropelías, para los que en nombre de ella se han dedicado a asesinar y saquear, para aquellos que en aras de su defensa, de la defensa de La Libertad, se dedican a oprimir.

...seguía. Y ella me decía, ya seria, con la calma que da el corazón agitado y el aire viciado de la habitación, que no lo dijese. Que me guardase esas palabras. Que no las desgastara. Y yo más loco aún, con la clarividencia que daba su calor corporal, me decía que no, que no, que esas palabras serían tan ciertas hoy como mañana como pasado. Que era una Liberación para mí decirlas.