miércoles, 4 de julio de 2012

Tramoyista

Pues resulta que si, que Santiago Lorenzo, es un gran Escritor. 

En Los Huerfanitos se muestra como un gran Tramoyista, un tipo capaz de montar un Tinglado de mucha entidad, un tipo que no teme montar varias tramas y llevarlas adelante. Y que decir de su uso del lenguaje, de su gusto por las palabras, una auténtica delicia.
Porque Los Huerfanitos no solo es una novela sobre Matar al Padre, no solo son Situaciones Hilarantes o Cuentas Pendientes que toda familia tiene, que lo es. (Y vaya si lo es!)
Es un canto (El capítulo 32 es una declaración de amor en toda regla) a todo aquello que vemos como sucumbe ante la inmediatez y la tecnología, es una oda al trabajo manual, al esfuerzo, a la experiencia (Los Guajardos!), experiencia que, claro, que como no, solo puede venir del trabajo, del error, de los años.

Así como en Los Millones el dinero (su exceso y su falta) eran el motor de la trama, en esta nueva novela también lo es. El dinero es el detonante pero nunca es el resultado.  Y también comparte el mismo tono hacia la ciudad, hacia Madrid y hacia su progresiva desaparición. Porque las ciudades se componen de esos lugares y personajes singulares y únicos, hijos de la situación y entorno, solamente posibles aquí, que vemos como desaparecen ante la Uniformidad Occidental, ante el establecimiento del Canon del Viajero Lonely Planet.

Tuve la suerte de poder comprarlo en la Feria del Libro y de que el señor Lorenzo me lo firmase (y regalase un soldadito, tal y como habían anunciado sus Editores, que haría). Intercambiamos algunas palabras (elogios por mi parte; agradecimientos por la suya). Es un tipo sonriente, que transmite cierta calma, como de aquél que sobrevive al naufragio y deja de preocuparse por la hipoteca, un hombre al que la frase final de Los Huerfanitos "Si los días malos del pasado les daban risa, es que no iban por mal camino" le sienta bien. Y no me cuesta verlo con una gran, gran Sonrisa.


*Como siempre la Edición es más que sobresaliente. Hermosisimas ilustraciones a cargo de Ricardo Cavolo y un Azul que alegra mi estantería. Blackie Books, señores, Blackie Books!

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