Ante la inminencia del mundial se
sorprendió a si mismo totalmente pasivo. Reflexionando entre las brumas del sueño, en esa hora indefinida que es el despertar tranquilo. En otro tiempo se hubiera preparado con días de
anticipación, cervezas, quedadas, bares, borracheras, gritos, decepciones, las manos en algún momento le hubiesen sudado. Pero ahora,
este ahora: nada de nada. Ni fu ni fa.
Mierda, pensó. Que me pasa, se pregunto. Soy un hombre, grito. Sobra decir que el grito sobresalto a su mujer, a su hijo e incluso a su vecina. Y en cierto modo a él mismo, que se termino de despertar de la manera más extraña que recordaba en sus treinta años de vida.
Se puede saber que te pasa. Nada. Nada?. Que soy un hombre. Lo eres. Lo soy?. Si. Y entonces...
El fútbol es mucho más importante que la vida, repitió frente al espejo en silencio.
Fútbol es fútbol, repito frente al espejo en silencio como si fuera un mantra.
Lo importante es ganar y ganar y ganar y ganar. Repitió frente al espejo como si fuera un mantra y se sobo las sienes.
El fútbol es para los listos y los listos ganan y ganan. Repitió en silencio como si fuera un mantra mientras se vestía.
Somos once contra once, repitió de manera concienzuda como si fuera un mantra, en medio del atasco.
Se juega mejor con diez que con once, repitió como si fuera un mantra, sin menor atisbo de duda.
Los partidos duran noventa minutos, se dijo unas diez veces antes de que la puerta del ascensor se abriera.
No hay rival pequeño, repetía mentalmente mientras caminaba hacia su escritorio
Soy un hombre, grito, generando extrañeza y asombro entre sus compañeros de oficina.