miércoles, 13 de mayo de 2009

Domar a la Divina Garza


Yo ya no podía más. Hice un esfuerzo para que la voz no me temblara y a duras penas logré articular: “¿Gente bien educada?¿Está segura de lo que dice? Quizá eso sólo se lo parezca a usted. Hay personas más elásticas que otras para juzgar al prójimo, y me parece que usted, por generosidad, o por falta de mundo, peca de tener la manga muy ancha. Le aseguro que en el poco rato que llevamos aquí he visto a una que otra dama, y en eso la intuición rara vez me falla, a quienes les gustaría que esta noche les dieran por culo.” “¡Olé, torero!”, fue el grito estentóreo con que me respondió la imprevisible viuda de Karapetiz.

Sergio Pitol. Domar a la Divina Garza. 1988 Ed. Anagrama.

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