lunes, 31 de marzo de 2014

Compás

Cuando lo conocí ya había dejado el mundo del espectáculo. Ahora se dedicaba, según él, a ser relaciones públicas de la discoteca y según la policía al tráfico al por menor de cocaína y proxenetismo. Cuando le pregunte por las chicas me dijo que eran amigas de cuando hacía el espectáculo y que él no era su chulo, que solo era un amigo que las cuidaba "de tanto hijueputa que hay suelto".
En el espectáculo Jairo golpeaba con minuciosa técnica e increíble swing las nalgas de tres mujeres hasta hacerlas llegar al orgasmo. Empezaba con ritmos sencillos, me contó, un dos por cuatro y cosas así y luego ya le daba candela parecía Cándido Camero, remataba risueño. Cobraba cinco mil pesetas por un show que no llegaba a los veinte minutos. Hacía tres pases por noche en fin de semana. 
Jairo o Yair como le decían algunos, una noche ya no volvió a la discoteca. Dicen que esta tirado en un descampado después de Rivas con dos disparados en la nuca. La última anotación que tengo de conversaciones con él es "el problema con las mulatas es que no sabes como va la cosa, en cambio con una blanquita vas viendo la rojez, el cardenal que asoma, y eso te anima, te guía, te marca el compás"


"Bueno, se lo recomiendo. Al principio el sonido, el sonido de las palmadas, como que no sabe muy bien, te desconcentra, es algo como demasiado crudo en un plato donde las cosas son más bien cocidas, pero luego como que se acopla a lo que estás haciendo, y los gemidos de ella, los de María, también se acoplan, cada golpe produce un gemido, y eso va in crescendo, y llega un momento en que sientes sus nalgas ardiendo, y las palmas de tus manos también arden, y la verga te empieza a latir como si fuera un corazón, plonc plonc plonc..."

Los detectives salvajes
Roberto Bolaño

miércoles, 26 de marzo de 2014

Perdiditos

A raíz de los acontecimientos relacionados con el vuelo 815 de Oceanic Airlines y la implatación del protocolo de actuación ISO-9005, las nuevas mesas de radar XZ-01 y la geolocalización por radar se creía superado un problema tan sencillo como el perder un avión. Pero se pierden.
En plena fiebre tecnológica, justo antes de que los autos de The Jetsons se empezarán a comercializar, e inspirados con seguridad en el buen resultado que el chip perruno había arrojado a comienzos del siglo, miles de humanos se lanzaron a implantarse plaquitas de silicio con una única finalidad: no perderse. Pero se perdieron.


La reconstrucción del Pasado (territorio mítico, indetectable, isla en movimiento) es un ejercicio de Fe no muy lejano a pedirle abundancia de dinero a San Pancracio. De un gris espeso, el pasado no solo se mueve si no que se compone de una mezcla brumosa de sentimientos y negación del horrible Yo que fuimos, impenetrable a ojos del que recuerda. Necesitamos de un ojo ajeno, un satélite que haya girado en torno a nosotros, un gps sentimental. Y así y todo: a saber.


¿Puedo contarle mi vida? No. Tengo que pedirle a ella que me la cuente, mi vida, mi vida. 

El alma del controlador aéreo 
Justo Navarro

martes, 25 de marzo de 2014

Rectificar

La absoluta contundencia gris del suelo se aproximaba a mi cara cuando tuve la certeza de que el tiempo pasa sin nosotros. Aquella bofetada fue dolorosa. No descubro el agua tibia con estas declaraciones, no abro nuevos planteamientos teóricos, solo constato una realidad que por obvia parece sencilla: no somos necesarios para que el mundo gire. 
Me caí y me di contra el suelo. Fue en Bogotá en mi primera visita tras varios años sin ir. Algunos me dijeron que no era nada más que mal de altura, que me había acostumbrado a vivir a ras del mar, que como se me ocurría ponerme a subir cerros y montañas. Dije que si, que si a todo. No era cuestión de discutir con el orgullo y la cara, fue un guacalazo importante, heridos. 



El argumento de Rectify es sencillo (y muy potente), tras diecinueve años en el corredor de la muerte* Daniel consigue la libertad. Una libertad provisional: su inocencia no esta demostrada. 
El universo inalterable, estático y pétreo de Daniel, esa celda/hogar durante diecinueve años muta en el colorido, excitante y veloz mundo moderno. La seguridad de las conversaciones carcelarias se contrapone con las emociones del mundo exterior, por la vulnerabilidad del amor familiar. El estático orden establecido de normas y conductas deja paso a las envidias, a las pequeñas emociones (entrar en una librería; jugar a la Sega; montar en bicicleta), a la imposibilidad de recuperar eso que llamamos tiempo. Culpa, perdón, inocencia, culpabilidad, pueblo pequeño, infierno grande. Todo lento, cadencioso, como una balada que permite el bailar cerca, respirando en el cuello, agarrando por la cintura. 
Todo filmado con un gusto impecable donde la pausa es norma, la quietud no anticipa un aceleron, no hay tempestad anunciada por la calma. Fantásticos seis capítulos que se hacen cortos (y eso que no hay prisa, repetimos: la pausa abunda!). Afortunadamente Sundance Channel ya ha confirmado una segunda temporada con diez episodios. 



*Trabajando en Madrid para una conocida franquicia de restaurantes tuve que atender a Joaquín José Martínez. Un personaje que se había hecho famoso por ser el primer europeo en salir del Corredor de la Muerte. No pude menos que sentirme extraño al preguntarle como de hecha quería la carne de la hamburguesa. 

lunes, 24 de marzo de 2014

Aritmética

Ahora, las matemáticas. El conflicto con la URSS duró desde el 22 de junio de 1941 a las tres de la mañana hasta, de forma oficial, el 8 de mayo de 1945 a las 23:01, lo que nos da tres años, diez meses, dieciséis días, veinte horas y un minuto; es decir, redondeando, 46,5 meses, 202,42 semanas, 1.417 días, 34.004 horas o 2.040.241 minutos (contando el minuto de propina). En cuanto al programa llamado la "Solución Final", nos quedaremos con las mismas fechas; anteriormente no había aún nada decidido ni sistematizado y las bajas judías fueron fortuitas. Relacionemos estas dos series de cifras: los alemanes tuvieron 64.516 muertos mensuales, es decir, 14.821 muertos semanales, es decir, 1,47 muertos cada minuto; se trata de la media para todos los minutos de todas las horas de todos los días de todas las semanas de todos los meses de todos los años, durante tres años, diez meses, dieciséis días, veinte horas y un minuto. A los judíos les salen, incluyendo los judíos soviéticos, alrededor de 109.677 muertos mensuales, es decir, 25.195 muertos semanales, es decir, 3.599 muertos diarios, es decir 150 muertos cada hora, es decir, 2,5 muertos cada minutos en un período idéntico. Por parte soviética, en fin, tenemos unos 430.108 muertos mensuales, es decir, 98.804 muertos semanales, 14.114 muertos diarios , 588 muertos cada hora, o bien, 9.8 muertos cada minuto en un período idéntico. Es decir, en cuanto al total global en mi campo de actividad, unas medias de 572.000 muertos mensuales, 121.410 muertos semanales, 18.772 muertos diarios, 782 muertos cada hora y 13.04 muertos cada minuto, todos los minutos de todas las horas de todos los días de todas las semanas de todos los meses de todos los años del período contemplado; es decir, recordémoslo, tres años, dieciséis meses, veinte horas y un minuto. Que quienes se hayan burlado de ese minuto de propina, un tanto pedante, cierto es, piensen que no deja de ser una media de 13,04 muertos más, y que se imaginen, si pueden, a 13 personas de su entorno muertas en un minuto. 

Las benévolas
Jonathan Littell 

viernes, 14 de marzo de 2014

Diamante

El primer recuerdo que tengo de Diomedes Díaz es una noticia: se había puesto un diamante en el diente. A mí, que debía andar por los ocho años, me pareció una solución magnífica, no habría trozo de carne dura nunca más, no habría chicharrón que resistiese una tarascada diamantina, pensé imaginando un humano de nueva generación, una super raza de dientes cristalinos. La limpieza ya sería otro cantar, los restos de comida se notarían más y necesitaría pasarse un paño para secarlo bien. De todas estas elucubraciones me saco la burda realidad, aquel diamante no era más que adorno, algo puramente ornamental, un gesto vanidoso de un cantante que empezaba a enloquecer. 


En la eterna parranda (sensacional título!) encontramos en uno de sus apartados la estrambótica  y alucinada vida, el auge y caída, de Diomedes Diaz (sensacional nombre!) de la mano de Alberto Salcedo Ramos. Un "asomarse al lado salvaje" estas crónicas, palabrita de Pesquisas. 

martes, 11 de marzo de 2014

Tan Nada (o El Once)

Me había despertado con ganas de hablar del partido, de la victoria, del gol, del once fabuloso que alineábamos. Pero no pude, me fui quedando mudo. 

El metro estaba casi vacío. Yo miraba el periódico una y otra vez, a ver si habían cambiado las noticias, pero seguían impresas las mismas. Pensé que no era jueves que era domingo, que me había quedado dormido tres días, que no podía ser, que como así, que qué era esto. 

Los pocos que deambulábamos por la facultad preferíamos no buscar los ojos de los demás. Mirábamos el gris de las paredes para tranquilizarnos. Ese gris carcelario tan calmante, tan nada, tan perfecto para anularte. Hermoso gris, signo de los tiempos.

Alguien empezó a decir que había que ir a la plaza, a una concentración, a un minuto de silencio. Fui y me encontré con el primo de un amigo. Nos alegramos de vernos. Al terminar el minuto, no fue un minuto: fueron horas, nos fuimos a dar otra vuelta por si veíamos a alguien. 

Fuimos al metro. Ese metro ruidoso, esa línea sin modernizar. Nos despedimos moviendo la cabeza. El ruido iba y venía, cada tres minutos en hora punta. Volví pensando que el Once ya no sería el once fabuloso, que me habían, que nos habían jodido el once para siempre. 

En el camino supe que era mi Casa. 
Que el Ruido siempre volvería.
Que la Nada ocupa mucho lugar.


viernes, 7 de marzo de 2014

Primigenio

"Ya del título del libro de Attendu se desprende su tesis, es decir, que cada una de sus funciones y actividades no necesarias para la vida vegetativa, el cerebro es una fuente de problemas. Durante siglos, la opinión habitual ha considerado que la idiotez es un síntoma de degeneración del hombre; Attendu le da la vuelta al prejuicio secular y afirma que el idiota no es más que el prototipo humano primitivo, del cual sólo somos la versión corrompida, y por tanto sujeta a trastornos a pasiones y a vicios contra natura, que no afectan, sin embargo al auténtico cretino, al puro.
En su libro, el psiquiatra francés describe o propone el original Edén poblado de imbéciles: perezosos, torpes, con los ojos porcinos, mejillas amarillentas, labios abultados, lengua salida, voz baja y ronca, oído débil, el sexo irrelevante. Con expresión clásica, les llama les enfants du bon Dieu. Sus descendientes, impropiamente llamados hombres, tienden a alejarse cada vez más del modelo platónico o imbécil primigenio, impulsados hacia los dementes abismos del lenguaje, de la moral, del trabajo y del arte. De vez en cuando, se le concede a una madre afortunada parir un idiota, imagen nostálgica de la creación primera, en cuyo rostro aún , por una vez se refleja Dios"

La sinagoga de los iconoclastas
J. Rodolfo Wilcock

miércoles, 5 de marzo de 2014

Móvil

Seguía sonando la alarma todas las mañanas a eso de las seis. Estaba apagado y seguía sonando, así como lo leen. Yo andaba loco y zombi, tratando de apagarlo, la habitación a oscuras y las pestañas pesadísimas. Pero si estaba apagado, le decía yo a ella. Y ella que girando, hundiéndose en la almohada me decía que no, que si, que apagara el móvil, que no jodiera desde tan temprano, que hay que ver.

El móvil no era mío, ni de ella. Fue un préstamo que le hizo un amiga. Ella lo uso poco más que una semana y entro al cajón para no salir nunca más: no se lo pudo devolver. Se dijeron perra y puta, se cancelaron en las redes sociales y se dedicaron a hablar mal la una de la otra durante algún tiempo. La otra se quedo con unas rayban, así que esta claro quien salió ganando.

A mí ya me costaba volverme a dormir. Me ponía a pensar en lo raro que era lo del teléfono y un segundo después ya estaba en 1989 o en Bogotá o en Madrid. Eso que llaman memoria. O recuerdos. O invenciones. A saber, yo lo que tenía era sueño. Pero poco podía hacer, no sabía ni el pin, ni el puk, ni nada de nada. Además, ya se los dije: el móvil, el puto móvil, estaba apagado.